“…la vida pregunta por el hombre, cuestiona al hombre, y
éste contesta de una única manera: respondiendo de su propia vida y con su
propia vida. Únicamente desde la responsabilidad personal se puede contestar a
la vida. […] la esencia de la existencia consiste en la capacidad del ser
humano para responder responsablemente a las demandas que la vida le plantea en
cada situación particular” (Víktor Frankl: 131)
En estas palabras de Víktor Frankl nos damos cuenta que
la capacidad inalienable para elegir cómo responder a las situaciones en las
que nos encontramos constituye la dignidad del ser humano, pues en esa
respuesta el hombre manifiesta sus principios y valores en forma incondicional.
¿Por qué entonces la irresponsabilidad generalizada y la
tendencia a ser víctimas? Será porque pensamos que la felicidad se consigue
mediante la aprobación de los otros; porque complaciendo a los demás creemos
obtener bienestar y éxito; ¿porque desde muy pequeños ser responsables es
sinónimo de culpabilidad?, como cuando mamá o papá preguntaban ¿quién es el
responsable de este desastre?
El criterio que voy a elegir para responder a las
situaciones de la vida es lo que me distingue como víctima o protagonista. Así
lo expresa Kofman, mientras la víctima sólo ve las circunstancias externas,
fuera de su control, el protagonista esta viendo las acciones que puede
realizar para responder a la situación. “Mientras la víctima se ve como ente
pasivo sobre el que actúan las fuerzas de la fatalidad, el protagonista se ve
como ente activo, capaz de forjar su destino” (Fredy Kofman: 123).
Voy a cuestionar la vida: ¿por qué?; ¿por qué a mi?; ¿qué
me paso?; ¿qué me hizo él? O voy a responderle a la vida desde un proyecto, un
deber ser que será el desarrollo de la mejor versión de mi mismo. ¿Voy a dejar
que las cosas me pasen o seré el árbitro de mi propio destino.
Lo cierto es que si nos separamos de la explicación del
problema perdemos toda posibilidad de influir positivamente y dejamos de ser
parte de la solución. Podemos no ser causa de la situación pero si podemos
reconocernos como parte del sistema que generó un resultado insatisfactorio y
desde allí ser protagonistas de una solución hacia la mejora.
Mediante sus decisiones y acciones los dirigentes deben
lograr que sus habilidades y recursos se utilicen de la mejor forma posible
para alcanzar los objetivos (de la organización, institución, o estado que
dirige), en congruencia con sus valores. Como tal serán efectivos si los
resultados se asemejan a los objetivos (tanto más serán cuanto más se asemejen)
y se constituirá como una persona íntegra cuando su comportamiento (para
alcanzar esos resultados) sean de acuerdo con los valores propuestos (mayor
semejanza, mayor integridad).
El éxito que experimentarán por el logro de los objetivos
será lo que genere satisfacción y alegría que sabemos están condicionadas
porque dependen de factores que están fuera de control por parte del directivo,
ya que no siempre es posible asegurar el éxito.
Pero el éxito más allá del éxito (trascendente) que
experimentará cuando sus acciones se ajustan a los valores generará una
felicidad incondicional (paz interior) que tiene su causa en la autonomía
(libertad responsable) del directivo como persona. Aún cuando el resultado no
sea el esperado puede experimentar la serenidad de haber hecho lo mejor que
pudo para enfrentar la situación con dignidad.
Al tomar una decisión el dirigente debe responder por esa
decisión. El miedo a esa responsabilidad
lo puede impulsar, como a muchas
personas a adoptar el papel de víctimas: “no se pudo establecer una buena
comunicación con los empleados”; “falto apoyo”; “la reunión se demoró”; “se
perdió el foco”. No hay sujeto con poder de hacer algo en ninguna de estas expresiones;
nadie es responsable de lo sucedido. ¿Desde dónde podemos cambiar esto? En
primer lugar modificando el lenguaje: “no prestamos atención al tiempo y nos
extendimos en la reunión”; “los dirigentes no supimos entablar una comunicación
efectiva”; “no conseguimos el apoyo de los gerentes y operarios”. Hablando en
primera persona nos colocamos en protagonistas, nos hacemos responsables de la
situación y en ello esta la posibilidad de una mejora. Porque siendo
protagonista de la situación, aún cuando no se obtenga el resultado esperado es
posible actuar en forma honorable.
Por su condición de persona el directivo siempre es libre
de elegir su respuesta, cuando elige ser inconsciente de esa libertad estará en
posición de víctima determinada por los acontecimientos externos. Pero en
realidad lo que lo está condicionando es su perspectiva de la situación.
Libertad de la voluntad, voluntad de sentido y sentido de
la vida son los tres principios que explican el funcionamiento de la persona
humana. Para educar a los individuos en la libertad responsable, en el hábito
de ser el árbitro de su propio destino (Juan Bolzan) y alcanzar con ello un
proyecto de vida sustentable, la institución escolar necesita directivos
ejemplares, protagonistas de sus decisiones. Debemos esperar de estas escuelas
ambientes de aprendizaje que desarrollen este principio esencial de la persona,
la libertad de elegir, frente a una situación dada, la respuesta más congruente
con los propios valores. Que desarrolle este sentido de la libertad social
basado en el respeto por el otro y el compromiso con el valor de la
no-agresión.
“La libertad para elegir como responder a una situación
(responsabilidad) abre la puerta hacia la dimensión ética de la existencia
humana. Aun cuando uno no puede determinar los resultados (estos dependen, en
parte, de factores incontrolables), ni la situación que enfrenta (la realidad
no queda determinada por una decisión personal) uno siempre es capaz de elegir
en forma incondicional su comportamiento dada la situación que le toca
enfrentar. La dignidad humana no depende de la efectividad, sino de la
coherencia entre el comportamiento y los valores. Esta posibilidad de actuar
con dignidad es absolutamente básica e inalienable. Al igual que la
responsabilidad, la dignidad es tan incondicional como la humanidad del
ser humano. Sólo depende del obrar
acorde con la conciencia y los valores”. (Fredy Kofman: 143).
La libertad de la persona es incondicional: dentro de las
restricciones que presenta la situación que nos toca, la persona puede elegir
lo que cree es la mejor alternativa para ella. No significa que no existen
restricciones, sino que la persona siempre tiene infinitas opciones dentro del
conjunto de respuestas posibles.
Así esperamos que sean las acciones de los que nos
dirigen en todos los campos: escuelas, empresas, municipios, provincias y país.
Bibliografía
Víktor Frankl, 2004. El Hombre en
Busca de Sentido. Barcelona: Herder
Fredy Kofman, 2001. Metamanagement,
Tomo 1: Principios. Buenos Aires: Granica.
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