Antropología y Empresa - Parte III
La Persona - Parte II
- “la intimidad”. Esta “indica un dentro que sólo conoce uno mismo” (Yepes Stork, 62. 2006). Cuando reflexionamos hacia nuestro interior se nos abre el conocimiento del fondo de nuestra realidad. Así descubrimos un punto central desde donde decimos “yo”. Ese yo es la fuente de nuestra actividad, en el cual yo me siento yo y desde el cual actuamos, al cual le atribuimos todo lo que hacemos, desde el cual conocemos y nos damos cuenta de las cosas del afuera y del mi mismo. Sólo ahí yo soy yo, todo lo demás no es yo sino mío.
- “manifestación de la intimidad”. La persona habla, se expresa, muestra su interioridad a otros.
- “la libertad”. Dice Yepes que el hombre por ser origen de sus actos tiene el dominio de hacer de si lo que quiera; el hombre al ser dueño de su intimidad y de su manifestación es dueño de si mismo y principio de sus actos. A esto lo llamamos libertad.
- “la capacidad de dar”. “El hombre, en cuanto persona no se cumple en solitario, no alcana su plenitud centrado en si sino dándose. Pero ese darse es comunicativo en el sentido de que exige una reciprocidad: el don debe ser recibido, agradecido, correspondido. De otro modo ese amor es una sombra, un aborto como amor, pues nadie lo acoge y se pierde. Dar no es sólo dejar algo abandonado, sino que alguien lo recoja. Alguien tiene que quedarse con lo que damos. Si no, no hay dar; sólo dejar” (Yepes Stork, 63. ,2006)
- “el diálogo”. El dar tiene otro que lo recibe con quien se da una necesidad de diálogo, de intercambio a través del lenguaje, de conexión con otra intimidad.
Ahora bien, las intimidades no son
iguales, ninguna es igual a otra, cada persona es única e irrepetible. Yepes
Stork bien lo afirma cuando dice que la persona es la contestación a la
pregunta “¿quién eres?”, soy un alguien y no un qué; y ello significa que tengo
un nombre. “Ser persona significa ser reconocido por los demás como tal persona
concreta. El concepto de persona surgió como respuesta a la pregunta ¿quién
eres?, ¿quién soy? Es decir, respuestas a unas preguntas sobre un yo”. (Yepes
Stork, 65. 2006).
Nos acercamos así al valor de la
persona, porque “Quien significa: intimidad única, un yo interior irrepetible,
consciente de si. La persona es un absoluto, en el sentido de algo único,
irreductible a cualquier cosa. La palabra yo apunta a ese núcleo de carácter
irrepetible: yo soy yo, y nadie más es la persona que soy.” (Yepes Stork, 65.
2006).
“Algo es absoluto, […] en la medida
concreta en que, de un modo u otro tiene intimidad; es decir reposa en si mismo
y se muestra autárquico, exento. Y como todo ello, […] es índice y raíz de
dignidad, podríamos definir a esta, […] como la bondad que corresponde a los
absoluto” (Melendo,
35. 1999).
“El hombre es un absoluto en cuanto se encuentra inmune o
desligado –absuelto- de las condiciones empobrecedoras de la materia; es
decir en cuanto no depende intrínseca y sustancialmente de ella y, en
consecuencia no se ve del todo afectado por la disminución ontológica que ésta
inflige a lo estricta y exclusivamente corpóreo” (Melendo, 37. 1999).
“La clave de la excelencia humana es la
presencia vitalizadora del espíritu” (Melendo, 38. 1999). La presencia del
espíritu se hace indudable cuando observamos todo lo que hombre hace: el
desarrollo científico y cultural, el arte, el desarrollo del lenguaje, su
capacidad de aprender, su facultad de amar fruto del ejercicio de la libertad,
todo lo cual lo pone por encima de los animales y que resultarían inexplicables
si apelamos sólo a la materia. “La dignidad del hombre, […] se corresponde con
la presencia en él de un alma espiritual e inmortal, necesaria que recibe en
si misma – y no en la materia- el acto
personal de ser”. (Melendo, 38. 1999).
La peculiar nobleza ontológica de la
persona humana es en tanto su ser descansa en el alma espiritual.
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